Tras casi un mes de existencia en el limbo, su madre no daba señales de mejoría, ni iba a darlas nunca. Cayetano sufría lo indecible porque nada era como debiera ser. Cambiaba los pañales a una mujer que pasaba de los cincuenta años y que era su madre, cuando se los debería de cambiar a una criatura de meses que fuese su hijo. El primer cuerpo desnudo de mujer que veía era el de su madre llamando a las puertas de la muerte sin que nadie la escuchase, cuando debería haber sido el de una muchacha joven a la que jurase amor para el resto de sus días. Para colmo de males, la sonda había llagado la lengua y la boca y a veces bloqueaba la garganta amenazando con asfixiarla. Cayetano lo solucionaba haciendo palanca en la lengua con una cuchara para despegarla del paladar. Pero ese día, aquel muchacho con apenas veinte años, se sintió sin fuerzas para seguir siendo el verdugo de su madre y liberó su alma para que vagara, como un grano de arena más, por aquel inmenso y desolado desierto, el más grande de la Tierra.
martes, 28 de julio de 2009
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Muy emotiva. La toma me lleva a recordar alguna de las escenas de Lawrence of Arabia. Incluso su banda sonora podrìa acompañar y realzar el texto.
ResponderEliminarPd
No me hagas mucho caso, no entiendo mucho de esto, como de nada en general. Solo quise dar mi opiniòn.
Saludos.