A medida que se cierra la cremallera de mi vida, se van ocultando los arañazos en la piel, cicatrices de la incesante lucha entre Eros y Tánatos. Dejé hace tiempo de interesarme por esa lucha que se extiende en la vida más allá de la cremallera. Era tan evidente. Me propuse buscarla cremallera adentro. No se antojaba empresa difícil. Como todo pulso, fuera de vida o de muerte, debería de encontrarse en el corazón. Sólo cuatro habitaciones, dos aurículas y dos ventrículos. No se antojaba empresa difícil. Me fue fácil dar con Eros, no tiene habitación propia, siempre esta ahí, sin máscara que le oculte el rostro. Tánatos es más furtivo. Aprecio sus huellas, huelo su rastro. Sé que está ahí, con el rostro velado por mi propio miedo a verlo.
jueves, 30 de julio de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario